
Foto: Lluvia, Carrer Bertomeu, Pineda de Mar.
Dejamos atrás la primavera, esta ha sido peculiar, distinta a otras y se ha mostrado nuevamente en todo su esplendor, haciendo girar nuestras vidas al ritmo inconstante a que nos tiene acostumbrados y que aceptamos con desconfianza y temor pero llenos de ilusión por el nuevo cambio que se avecina. La primavera nos ha enseñado a disfrutar de los pequeños momentos de cada dia, esos que suelen pasar inadvertidos y que son en su conjunto piezas clave que nos conducen a la felicidad.
La consciencia de los problemas de nuestro entorno provoca que nos fijemos la felicidad como una meta, un objetivo a conquistar, no consideramos la felicidad como una opción si no como una obligación, eso no nos acerca a ella, no siempre se consigue tan ansiado tesoro y ello nos hace profundamente infelices. Es una emoción que no se rige tan solo por parametros internos , sino que es fundamental la lectura que hagamos de las influencias externas a las que nos vemos sometidos, nuestro condicionamiento personal determina como interpretamos los hechos que nos pueden acercar a la felicidad.

Es un sentimiento asociado a la plenitud, al amor...y con la experiencia vamos ganando aptitudes en el arte de ser felices. Nada tiene que ver con nuestros propios conflictos, con nuestros malos momentos, la felicidad reside en aquellas personas que consideran que sus vidas dependen de ellas mismas, de las que consiguen lo que desean, no de las que consiguen más. Las personas felices son distintas, tienen la capacidad de anticiparse a las situaciones, ya que han conseguido aprender de sus propias frustraciones.
Texto dedicado a aquellas personas dispuestas a disfrutar de los innumerables matices que posee la felicidad y considerarla como un camino, no como un fin.